Thursday, February 05, 2004

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...Una tarde se me ocurrió la idea de tirar a los hombres. Era un sábado por la noche, había salido en busca de Lea, una rubia que callejea ante un hotel de la calle Montparnasse. Nunca he tenido comercio íntimo con una mujer: me hubiera sentido robado. Uno se les sube encima, por supuesto, pero ellas nos devoran el bajo vientre con sus grandes bocas peludas y, por lo que he oído decir, son las que salen ganando -y con mucho- en este cambio. Yo no le pido nada a nadie, pero tampoco quiero dar nada. A lo más hubiera necesitado una mujer fría y piadosa que me soportara con disgusto. El primer sábado de cada mes yo subía con Lea a una habitación del hotel Duquesne. Se desvestía y yo la miraba sin tocarla. A veces eso salía solo en mi pantalón, otras veces tenía tiempo de volver a casa para terminar allí. Esa noche no la encontré en su sitio de costumbre. Esperé un momento y como no la vi venir supuse que estaría con gripe. Era principios de enero y hacía mucho frío. Quedé desolado: soy un imaginativo y me había representado vivamente el placer que esperaba obtener de esa velada. Había en la calle Odesa una morena que yo había visto a menudo, un poco madura, pero firme y regordeta: yo no detesto las mujeres maduras: cuando están desvestidas parecen más desnudas que las otras. Pero ella no estaba al corriente de lo que me convenía y me intimidaba un poco exponerle aquello de cabo a rabo. Y además yo desconfío de las recién conocidas: esas mujeres pueden muy bien ocultar un granuja detrás de la puerta, y después el individuo aparece de pronto y le quita a uno el dinero. Puede uno considerarse afortunado si no le da unos puñetazos. Sin embargo, esa noche sentía no sé qué audacia; decidí pasar por casa para tomar mi revólver y tentar la aventura...

Pd. I know someday you'll have a beautiful life, I know you'll be a star in somebody else's sky... but why, why, why can't it be, why can't it be mine??

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