Antes de continuar a leer los siguientes párrafos, por favor dirijase a http://www.mexsa.com/lachaqueta/archivos/2003_11.html, y leer el post que está al final de la página, donde encontrarán las referencias necesarias para comprender a fondo lo que a continuación leerán.
Y Dios se presentó ante aquella muchedumbre, y dirigiéndose a todos con determinación, dijo: Apártense del monitor aquellos persignados, que el siguiente relato no es para vosotros...
Me he dispuesto a escribir esto porque creo que hay algo detrás de la historia de Uga’ Uga’, que no ha salido a la luz. Como buena fémina, logró despistar a Gau’ Gau’, y aún miles de años después, su legado no se ha corrompido. Mi teoría es que Uga’ Uga’ descubrió primero lo que Gau’ Gau’ bautizó después como “Manuela”. No me extraña que no le haya puesto nombre como su pareja lo haría inmediatamente después de
conocerla. De esta manera, lo mantuvo en el anonimato, sin hacer revuelo, evitando así que el romanticismo y la intimidad se fueran por la ventana. Ahora bien, como descendiente de Uga’ Uga’, intentaré describir lo que a mi parecer pudo haber sucedido en aquel tiempo, tomando como referencia el escrito antes citado.
Uga’ Uga’ había
conocido a Gau’ Gau’ hacía ya un buen tiempo. Ella encontraba satisfactorios los encuentros con su pareja, y no pasaba por su mente hombre distinto a él. A pesar de esto, entre los pocos momentos de quietud que Gau’ Gau’ encontraba a lo largo del día, se apoderaban de ella ciertas dudas con respecto a su
relación. Aunque una destacaba por lo delicado del tema: ¿Es eso ‘todo’?
Gau’ Gau’ se caracterizaba por atender muy bien a su mujer, nadie como él para cazar mamuts. Sin embargo, Uga’ Uga’ sospechaba que faltaba ‘algo’. No era tonta, no. Ella comprendía lo que daba, provocaba y transmitía a Gau’ Gau’; de ahí nacían sus dudas. No creía, por lo tanto, que su capacidad para experimentar placer fuera reducida por el simple hecho de ser
distinta a él, y no estaba dispuesta a permanecer así mucho tiempo. Esto se estaba convirtiendo en un
dolor de cabeza, y la aspirina aún no se había inventado.
Al borde de la desesperación, Uga’ Uga’ decidió contarle a su mejor amiga lo que sucedía, quien notó el estrés que esto le provocaba. Ella solo alcanzó a recomendarle un baño de arcilla, que le ayudaría a relajarse un poco. Le indicó el lugar donde podía tomarlo, muy cerca del río por cierto. Uga’ Uga’ quiso tomarlo sola para poder
relajarse a gusto. Ya en el fango, tendida al sol, se quedó dormida. Como resultado, la arcilla se secó, y Uga’ Uga’ a punto estuvo de convertirse en una piedra humana, distinta a la de Sodoma y Gomorra. Al despertar, aterrorizada corrió hacia el río para intentar quitarse los trozos de lodo seco y duro que la rodeaban. Todo iba bien hasta que notó que la arcilla seca sobre sus genitales no se desprendía. Permanecía sin irse como vil parásito, asiéndose de todo medio para permanecer, ahí, en ella. La única opción que tenía era arremeter contra él. Ese sería el movimiento más cercano que Uga’ Uga’ había hecho para solucionar su dolor de cabeza, no lo podía creer.
Había tropezado por accidente con un ser que, escondido, latía, palpitaba, esperaba por el movimiento certero que lo llevaría a distribuir corrientes de energía por todo su cuerpo. A partir de ese momento, Uga’ Uga’ se había puesto en contacto con esa parte masculina que yace en todo ente femenino, y que por momentos vive en, y dirige, sus manos. Se sintió aliviada, y su suspicacia se vio recompensada. El
dolor de cabeza desapareció. Desgraciadamente no sucedió para todas, solo para aquellas que se atrevieron como Uga’ Uga’.
Sosegada su inquietud, ahora solamente quedaba enfrentarse con la reacción que Gau’ Gau’ tendría ante tal revelación, equiparable quizás con el descubrimiento del fuego o la creación de la rueda, y las consecuencias que dichos sucesos tuvieron en el desarrollo de la humanidad. Pero esa preocupación desapareció casi de manera instantánea. Como todo lo que le es trascendente, Uga’ Uga’ supo como guardarlo para sí, y utilizarlo más que como arma, como recurso, por lo que comunicarlo de manera verbal no era lo mas aconsejable. Así, utilizando otros medios, llevó a Gau’ Gau’ hacia ese lugar alejado de la torpeza masculina, y éste supo aprender lo necesario. También supo pasarlo de generación en generación, pero solo Dios sabe como Diablos se perdió esa sabiduría con el pasar de los años. Ahora, son pocos los que la poseen, y otros pocos ajenos a tal conocimiento están en la búsqueda de él.
Solo queda decir que a aquella tarde soleada le siguieron muchas noches de desasosiego y mañanas de soledad, y Uga’ Uga’ ya sabía como tratarlas, apaciguarlas. Solo era necesario el toque adecuado.
Así concluye por el momento esta historia. Cualquiera podrá escribir su versión de los hechos. Esta es la mía.
PD. Aquella noche a Uga’ Uga’ no le dolía la cabeza... ella ya tenía planes.